La música y el baile en Senegal (y 2): De los griots al mbalax y el hip-hop. Breve historia

Youssou N’Dour en la portada de «Egypt»
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Baaba Maal constata que “la música senegalesa es esencialmente tradicional”. Y eso prevalece hasta nuestros días: hasta las fusiones más modernas tienen su base en los ritmos o melodías de los ancestros. El popular mbalax no existiría sin la base de los sabars, y el hip hop en wolof no está muy lejos de los recitadores “griots” que glosaban los reyes del antiguo imperio. Desde la época pre-colonial, la música tradicional de Senegal y Gambia impregna profundamente la vida social, básicamente en dos vertientes: la melódica (incluída la parte narrativa) y la rítmica. Y la variedad de etnias explica que los ritmos serer, diola, bassari o fula ofrezcan multitud de expresiones y formas entorno a los wolof dominantes, como sucede en otros países de África Occidental como el vecino Mali. Desde allí llegaron a Senegal las tradiciones mandinga. Una de sus expresiones es, por ejemplo, una interesante celebración llamada “Kamkurang”, que se encuentra en ciertas épocas del año en ciudades como Mbour. En la moderna música senegalesa se ha asimilado desde los cantos Pekan de los pescadores del norte a los cantos Goumbala de los guerreros de antaño, las melodías Dilere de los trenzadores cesteros o, claro, el Yela de las mujeres, que imita el sonido del mazo contra el mortero.

El gran exponente del Yela moderno es Baaba Maal, que a diferencia de la mayoría no canta en wolof sino en pular. Se cuenta que el Yela es considerado un precursor del reggae caribeño, ya que fue lo que escuchó Jimmy Clif en su visita a Dakar.

Los instrumentos melódicos son básicamente de cuerda, excepto el balafón, que es el xilofón africano, o la flauta. Entre los primeros está la reina, que es la kora, seguida del xalam (o khalam), el ekonting (hermano pequeño de la kora) y el bolon (guitarra baja). En la tradición de los griots o “djélis” la kora acompaña el recitado y los cantos de los depositarios de la tradición (historia, leyendas, genealogía, etc.) pero el instrumento también se ha incorporado a los conjuntos musicales como uno más, y convive con las guitarras eléctricas y el teclado. Sus 21 cuerdas resuenan en una gran calabaza cubierta de piel y se tocan a modo de arpa, sujetando la kora con una clavija de madera en cada mano. Las cuerdas están sujetas al mástil con aros de piel de animal, con lo que la afinación es bastante artesanal, humedeciendo la piel y cambiando la posición con los dedos. Más recientemente se construyen koras con un tipo de mástil más moderno y pràctico, parecido a una guitarra. Su sonido es subyugante, hipnótico, repetitivo y envolvente.

Auténticos virtuosos de la kora extraen solos extraordinarios de estas 21 cuerdas africanas, que provocan un respeto reverencial entre el público. La forma de escuchar la kora y otros instrumentos tradicionales como el xalam es sentado en el suelo, en absoluto silencio. Baaba Maal, quizás el artista que mejor ha sabido integrar modernidad y tradición, acostumbra a incluir en sus espectaculares conciertos en el Teatro Nacional Daniel Sorano de Dakar unos “sets” de kora y khalam en los que todos se sientan en el escenario, escuchando con respeto las largas salmodias.

Las ondulaciones del canto con la kora pueden recordar, salvando las distancias, a las sentidas improvisaciones del “cante jondo” en la música flamenca. Las familias de griots suelen especializarse en instrumentos y transmitir estos conocimientos de padres a hijos, sin escuelas ni propiamente profesores. Ellos lo expresan señalándose las venas del brazo: “lo llevo en la sangre”, vienen a decir. Fue considerado “el rey de la kora” el gran Soundioulou Cissokho, nacido en Ziguinchor (Casamance) en 1921 y fallecido en 1994. Formó un célebre trío con sus mujeres y divas de la canción mandinga Maïmouna y Maa Hawa Kouyaté. Sus descendientes Cissokho aún hoy llevan el sonido de la kora por todo el mundo. En pequeños patios de algunas casas de los barrios populares HLM de Dakar, sin ir más lejos, uno puede encontrarse a jóvenes y no tan jóvenes esmerándose en el noble arte de construir y tocar la kora. Lo más probable es que se llamen Cissokho.

El xalam, por su parte, se parece más al laúd y acompaña con un fraseo más repetitivo y sin tanta amplitud de notas, pero es igualmente hipnótico. Samba Diabaré Samb es uno de los grandes nombres del xalam y uno de los mayores griots que aún mantienen la tradición. Entre los “narradores” vivos más importantes cabría citar a Mansour Mbaye (presidente de los Griots y Comunicadores Tradicionales de Senegal) o Ablaye Mbaye Pekht, entre otros.

SABAR Y MBALAX

Pero si hablamos de ritmo hay que mencionar al gran Doudou Ndiaye Rose, maestro del sabar que a sus 80 y pico años aún tenía fuerza de sobra para reunir hasta un centenar de jóvenes percusionistas para una memorable sesión… e incluso levantarse un rato para marcarse unos pasos de baile frente a esta atronadora banda. Lamentablemente, falleció en agosto de 2015. Con él se iba un verdadero «tesoro humano viviente», como la calificó la UNESCO. Con un estilo vigoroso y a la vez preciso y meticuloso, Doudou Ndiaye Rose es una leyenda en su país, creador de decenas de ritmos nuevos, que además de formar su propia orquesta tras su paso por el Ballet Nacional de Dakar se codeó en escenarios de todo el mundo con muchas estrellas internacionales, desde Miles Davis, Dizzy Gillespie o The Rolling Stones hasta Josephine Baker.

En los años sesenta, en gran parte por la sed de estilos musicales más occidentales y menos ligados a la tradición musulmana que experimenta una parte de la sociedad senegalesa, la música se empapa de sonidos latinos, especialmente cubanos. Nace la mítica Star Band, formada por Ibra Kassé, y sus actuaciones en el club Miami de Dakar son una entrada de ritmos calientes que se empiezan a cantar con un rudimentario español (a veces mal imitado) y luego se pasan al wolof.

La revolución latina se extiende hasta Saint-Louis, Kaolack, Thies… con versiones cubanas, mixturas curiosas y la eclosión de clubs con nombres como Moulin Rouge, Calypso, Bodéga… Primero en la Star Band, luego jefe de orquestra de la Number One, Pape Seck dejará un buen puñado de hits de esta época dorada de la ‘cubanización’ de Senegal, que daría lugar a la legendaria Orchestra Baobab (resurgida 20 años más tarde con el álbum Specialist in all styles, señal que su sonido estaba a prueba de modas) y más tarde Africando, con base en París.

En una onda de músicos más atraídos por el jazz o el funk hay que destacar a Xalam, fundado por el percusionista Prosper Niang en 1970. Reverenciado por sus colegas, el grupo tuvo que ir a buscar fortuna a París, quizás porque su propuesta resultava demasiado radical y provocativa para el gusto senegalés. Colaboraron con estrellas occidentales como Dizzy Gillespie, Crosby, Stills, Nash & Young o los mismísimos Rolling Stones, y en 1988 fue un auténtico éxito en su país el álbum Xarit, con la voz de griot de Suleymane Faye y la base de tambores senegaleses. Missal continuaría su legado.

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YOUSSOU N’DOUR, EL REY

La revolución, el cambio definitivo hacia la que estaba destinada a ser la música senegalesa hegemónica, capaz de derrumbar fronteras, sería Youssou N’Dour. Joven voz de la Star Band que, con 18 años, forma la Étoile de Dakar en 1977 junto a El Hadji Faye, el otro joven vocalista. Nacían dos nuevas estrellas del pop senegalés, pero rompieron dos años más tarde y N’Dour creaba la Super Étoile de Dakar. Una super banda de un super cantante, en efecto, que daría la forma al llamado mbalax… hasta ahora.

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Nacido en el barrio de Medina en 1959 y con una voz de oro, Youssou N’Dour es el artista de mayor dimensión de su país y probablemente de toda África. Encontró la fórmula definitiva con la combinación de voces en wolof sobre el ritmo de los sabar que incitan al baile, el caprichoso tama, la batería/guitarra /bajo de una formación pop moderna, y, atención, un teclado que suelta un sonido mucho más rítmico que harmónico: un teclado eléctrico que se aproxima a la marimba y se funde de una forma única, muy distintiva, con la percusión. Actualmente N’Dour sigue acompañado pràcticamente de los mismos compañeros de escenario, fieles e infalibles. El travieso Mbaye Dieye Faye liderando la sección de sabars, el gran Assane Thiam al tama y los músicos Habib Faye, Jimi Mbaye, Papa Oumar Ngom o Ibrahima Cissé.

Los que tengan una idea remota sobre N’Dour limitada a aquél éxito internacional con Neneh Cherry (7 seconds) o a sus colaboraciones con Peter Gabriel (abrió en Barcelona el concierto de Amnistía Internacional) deberían saber que el señor N’Dour, que ha sido ministro de Cultura y llegó a postularse como presidente de la República, posee en su país canales de radio y televisión, un estudio de grabación propio (Xippi, donde produce a muchos otros artistas, como al ‘baye fall’ Cheikh Lô), su sello discográfico (Jololi) y su sala de conciertos (Thiossane), entre otros negocios.

Justamente por estar permanentemente en el foco de la actualidad a menudo tiene que soportar críticas de la quisquillosa y envidiosa opinión pública senegalesa. Nada puede hacer sombra, sin embargo, a una trayectoria musicalmente intachable, de un artista visionario, innovador, autor de canciones bellas y redondas, que han huído de clichés y etiquetas. Pese a ser coronado como Rey del Mbalax, N’Dour siempre ha defendido que no quería encasillarse y no ha parado de abrir caminos y crear nuevas melodías con su voz subyugante. Y arraigado siempre en su país, donde ha ayudado a muchos otros músicos y ha impulsado proyectos sociales y artísticos.

Sus álbumes primerizos Set y The Lion sufrieron un exceso de producción occidental que disolvió la esencia senegalesa, y quizás por ello decidió grabar en Dakar y crear sus estudios. No hay ni un solo disco malo o desechable en su carrera, donde brillan hits como Birima, New Africa, Live TV, Li Ma Wessu, Beykat, Liggeey, Bamba, No more, Moor Ndaje… e infinidad de perlas memorables más.

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Es cierto que durante un tiempo, y muy conscientemente, N’Dour trabaja dos (o tres) repertorios: uno enfocado a su público senegalés y otro que pudiera gustar más a una audiencia norteamericana o europea, en su momento más cerrada a la música africana y en particular a los ritmos “complicados” y “ruidosos” del sabar/mbalax. Pero la globalización, internet mediante, ha mejorado mucho las cosas y allanado el camino. Si en el pasado N’Dour (y muchos otros) editaban en cinta casette media docena de temas de mbalax bailable mientras exportaban en CD unas canciones más suaves y “occidentalizadas”, en 2007 Youssou hace algo sintomático, a mi entender: edita en el mercado internacional Rokku Mi Rokka (Give and take), que son en realidad dos discos. El segundo de este pack, con temas tan encendidamente mbalax como Boul bayékou, Beugue dou bagne o Borom Gaal, sería el equivalente a las antiguas casettes… pero ya para el público europeo. Que por otra parte pide a gritos autenticidad sin concesiones.

Youssou, que en 2002 ha publicado un álbum precioso, profundo y rico como Nothing’s in vain (Coono du réer), un paso adelante más respecto a aquél decisivo The guide (Wommat) de 1994 que le daría fama por el exitazo 7 seconds con Neneh Cherry, sigue explorando. Canta algún tema en inglés o lleva a su terreno la chanson française (Il n’y a pas d’amour heureux, por ejemplo). De hecho, en 2000 había editado Joko (From village to town), donde actualizaba algunos de sus clásicos junto a cortes nuevos en una línea más pop occidental y con colaboraciones de Peter Gabriel, Wyclef Jean o Sting.

Youssou N'Dour en la portada de "Egypt"
Youssou N’Dour en la portada de «Egypt»

Y en 2004 lanza, por sorpresa, el espiritual Egypt (el título original era Sant Allah, “gracias a Dios”), donde refleja el Islam tolerante del muridismo senegalés junto a la egipcia Fathy Salama Orchestra. Los sonidos del Norte de África se unen a los sabar para reverenciar a los marabús de su país. Y gana un Grammy. Lástima que la paranaoia del terrorismo post 11-S y el estigma que sufre el Islam trunque la gira internacional del disco: Youssou decide no ir a Estados Unidos.

Asimismo, y tras estupendos discos como Rwmi, Ba Tay o Spécial fin d’année, sorprende más recientemente con Dakar-Kingston, donde reversiona algunos de sus propios éxitos en clave reggae junto a nuevas composiciones y también con ritmos rap y hip hop. Parece que el puente entre ambos continentes sigue permitiendo viajes musicales de ida y vuelta de lo más fructíferos. Ni su talento, ni su voz, se agotan.

A Youssou, hay que insistir, hay que verle en directo con su Super Étoile al menos una vez en la vida. En su club de Dakar, el Thiossane, sería una buena opción para una noche memorable ante sus fieles, bien apretujados y coreando sus éxitos. Allí, por lo menos, la gente subirá al escenario a bailar sin problema, improvisando las danzas de moda bajo la batuta de Mbaye Dieye Faye, con su sonrisa de “sai sai” (travieso),  o meneando el trasero (las mujeres, se entiende) bajo la descarga de tama de Assane Thiam. En Europa es más que probable que dos gigantones de seguridad se lo impidan. Por mucho que les jure que es amigo de la banda, que le están invitando, y que en Dakar siempre le dejan subir…

Otra opción que queda más cerca es, claro, Bercy. Cada año este gran concierto en París con la Super Étoile es una cita ineludible para todos sus fieles a nivel europeo. Le acompañan muchos otros artistas de su país a modo de teloneros y el evento es de tal magnitud, con sus DVD y CD grabados en vivo en cada edición, que en Francia se llegó a decir que N’Dour estaba alentando… ¡la inmigración ilegal!

Bueno, en Senegal no todo es Youssou N’Dour, ni mucho menos, claro está. Muchos senegaleses dirán que su ídolo es Omar Pene y su Super Diamono, “la banda del pueblo”. O Thione Seck y su Raam Daan, con su voz orientalizada. O el completísimo Baaba Maal (que además de cantar, toca y baila de maravilla), que contraponen a N’Dour porque el primero “ha estudiado”. Fue a formarse a París, en efecto, y el líder norteño de la Daande Lenol ha sabido combinar paralelamente una faceta más moderna y vanguardista (a veces cayendo en los excesos de producción en discos hechos en EEUU, por desgracia) con su raíz más puramente tradicional: puede sentar en el Teatro Nacional Daniel Sorano a venerables maestros de la kora o el khalam, ataviados con un gran bubú blanco y kofia, para evocar a los ancestros.

Dos muestras excelentes de su doble vertiente son el tradicional Baayo, con bellas voces y delicadas koras, o el eléctrico y contagioso Firi’n in Fouta, editado en 1994 pero que todavía hoy suena rabiosamente contemporáneo, con hits como Sidiki, Sama Duniya o African woman. Se atrevía con la salsa y contó con la colaboración de Didier Awadi y Amadou Barry, del grupo de hip hop senegalés Positive Black Soul.

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¿Y qué decir de la cuñada, o mejor dicho excuñada, de Youssou N’Dour, Viviane N’Dour? Todo un ídolo en su país, especialmente entre las chicas (a las que sirve de referencia mucho más allá de lo musical, por ejemplo en moda y estilo), Viviane Chidid (N’Dour) y su Djolof Band forman parte con mérito del elenco de primeras estrellas del mbalax. Cierto que un tiempo flirteó con sonidos más pop y R&B de dudoso gusto pero ha firmado éxitos incombustibles como Bamba Ji, Sakhaar Si o Tama Ji y sus últimas producciones se sitúan entre lo mejor del momento. También sus shows son garantía de calidad y espectáculo incuestionable.

VERSIONES MBALAX DE ÉXITOS DEL POP, EL REGGAE O… ¡LA ÓPERA!

Wuy Yaayooy, su última entrega, ha sido un bombazo con hits como Fima Tollu, Waaw (con la participación de Salam Diallo), Boom Bye Bye (aquí con Pape Thiopet) o Histoire d’amour, que en realidad es una versión mbalax de… You’re still the one, de Shania Twain. Va siendo habitual que artistas senegaleses versionen temas pop anglosajones (¡o incluso de géneros tan alejados como la ópera!) pero se agradecería que quedara claro en los créditos, cosa que no siempre sucede…

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En este capítulo aparte de las adaptaciones con ritmos sabar de piezas internacionales cabrían, por citar algunas, el No woman no cry de Bob Marley (Tayumako en el disco de la cantante Titi), el Nobel de Adiouza (arriesgada pero lograda versión de la célebre Habanera de la Carmen de Bizet) o el Partir de Pape Diouf (que toma la melodía de Con te partirò, del cantante de ópera Andrea Bocelli). Más moderna y actual resulta la rabiosa versión mbalax del Chop my money del duo nigeriano de R&B  P-Square en manos del senegalés Pape Ndiaye Thiopet.

Todos los citados, por cierto, grandes artistas. Además de Titi, Adiouza, Pape Diouf o Thiopet tenemos a Fallou Dieng o Alioune Mbaye Nder (antiguos vocalistas, igual que Salam Diallo, de los disueltos Le Lemzo Diamono, que reventaron las pistas de baile senegalesas en los 90 con títulos como Aterrissage forcé), Aby Ndour (hermana pequeña de Youssou), los legendarios Touré Kunda de Casamance, Mame Balla, Mapenda Seck, Abou Thioubalo, Aida Samb (que sigue en el top con su disco de debut Saraaba, que contiene uno de los mayores hits de los últimos años en Senegal, el pegadizo Lula nex), Ami Collé (que debutó con el sensacional Won ma ko en el disco Defar ba mou Baax), Waly Seck (hijo del gran Thione Seck y del que ha heredado un poco su voz distintiva), Abdou Guité Seck, Abdoulaye Cissokho, Super Ceddo, Assane Ndiaye, Idrissa Diop, Wasis Diop, Carlou D… o la estrella sene-norteamericana del hip hop, Akon.

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En clave más acústica no hay que olvidar al gran Ismael junto a El Hadj N’Diaye, Waflash o, en una onda más latina, al “baye fall” (grupo creado por Ibrahima Fall, seguidor de Amadou Bamba, rama del muridismo) Cheickh Lô, con sus trenzas rastas y sus holgadas ropas multicolores. Entre las grandes voces femeninas no hay que olvidar a las veteranas Yandé Codou Sène, la “reina del mbalax” Kiné Lam (su cassette Galass, de 1990, forma parte de la historia musical de su país), Daro Mbaye, Fatou Laobé, Fatou Gewel… o, un poco más joven, la muy querida Coumba Gawlo Seck, con sus frecuentes y sonadas colaboraciones con otros artistas.

Ndongo Lô, en un concierto en Alizé unos dos meses antes de fallecer
Ndongo Lô, en un concierto en Alizé unos dos meses antes de fallecer

En una escena tan nutrida es fácil dejarse decenas de nombres notables. Me gustaría acabar esta pincelada con Ndongo Lô, cantante que se ganó miles de seguidores devotos con tan sólo tres álbumes (o cassettes) oficiales y que desgraciadamente murió joven, víctima de un cáncer. Los más entusiastas llegaban a afirmar que estaba llamado a sueceder en el trono al mismísimo Youssou N’Dour.

Era una afirmación algo exagerada pero yo tuve la ocasión de ver en vivo (diciembre de 2004, dos meses antes de morir tras desplomarse en el escenario en un club de Dakar) a esta emergente estrella surgida del humilde suburbio de Pikine y, además de sus originales ritmos y giros vocales, comprobé su poderoso magnetismo. Pese a sus dificultades por abrirse camino, en parte por su origen pobre en un entorno complicado, su voz nos deja los excelentes trabajos Ndoortel, Tarkhiss y el contagioso Adouna, el más reciente y más redondo título de su corta e intensa carrera. La peregrinación a su funeral a la ciudad santa de Touba fue multitudinaria: se habla de 200.000 personas y un monumental colapso, pero hay quien asegura que no fueron menos de medio millón…

LAS NUEVAS VOCES DEL HIP HOP

El mbalax tiene una fuerza única y aparentemente inagotable, pero… Entre las voces que critican cierto inmovilismo o repetición, y los que sencillamente buscan nuevos estímulos, la escena senegalesa estalló con la llegada del hip hop rapeado en wolof. Ligado a un malestar social, a la protesta política y la denuncia de los abusos de poder, pero sin la apología de la violencia de algunos raperos norteamericanos ni mucho menos su ostentación materialista, el hip hop senegalés nace con vocación de ser “la voz del pueblo”, atacando a las crecientes desigualdades sociales.

Es conocido, por ejemplo, el activismo del grupo de raperos “Y En A Marre” (algo así como “estamos hartos”), que aboga por la marcha del presidente Abdoulaye Wade de Senegal y ha protagonizado sonoras acciones. El rap senegalés eclosiona a finales de los 80, y se puede decir que el grupo Positive Black Soul (y el lanzamiento del recopilatorio Sénérap en el 92) abre el camino a muchos otros: Daara J, Pee Froiss, Gokh-bi System, Djoloff, Bideew Bou Bess, Alif, Rap’Adio, Nix, Pacotille, Bat’Haillons Blin-D, Wa BMG 44, Da Brains…

Cuando Amadou Barry, alias Duggy Tee, y Didier Awadi, alias DJ Awadi, forman Positive Black Soul descubren una forma de hacer hip hop sin olvidar las raíces africanas: sus mezclas incluyen el sonido de koras y percusiones de Senegal. Debutan en el 92 con Boul Falé, arropados por varias estellas del mbalax, y saltan un poco más tarde a la escena internacional con los álbumes Salaam (paz) y New York / Paris / Dakar, considerado éste su mejor trabajo. Awadi y Duggy Tee se separarían para emprender sus carreras respectivas en solitario.

El trío Daara J se une en 1994 para rapear en francés, inglés y wolof sobre una base de rap, ragga y soul. Mejor artista africano en los BBC Music Awards 2004 de Londres, Daara J hablan de la aventura de emigrar en Exodus (cassette no llegado a Europa) y en Boomerang apuestan por sonidos más melódicos de variada influencia. Rebautizados como Daara-J Family tras la marcha de un miembro, editarían School of life, con funk, soul y reggae teñido de sonidos autóctonos.

CURSOS INTENSIVOS Y CONVIVENCIA

La llamada de la danza sabar ha atraído un número creciente de bailarines (sobretodo chicas) y alumnos de percusión (la mayoría de djembé, cons sus ritmos mandinga) a Senegal. El aprendizaje de estos ritmos proporciona, obviamente, una privilegiada inmersión cultural que ayuda a conocer la vida de los senegaleses de primera mano, y de paso vivir auténticas fiestas que de otro modo sería difícil. Es muy recomendable apuntarse a un grupo organizado para un “stage” de una o dos semanas que incluya clases diarias de danza y/o percusión, alojamiento y comida.

Algunas actividades complementarias, como visitas turísticas, pueden ser un aliciente. Lo habitual es que se viva en comunidad y se prepare la comida tradicional para el grupo. Es una manera práctica de tener un buen profesor a un precio pactado de antemano, ya que si tenemos que buscar por nuestra cuenta sobre el terreno nos puede llevar tiempo (y al final será más caro porque se convertirán en clases privadas). Gracias a internet y las redes sociales hoy día es muy fácil conectar con asociaciones, ya sea de España como del resto de Europa o EEUU, que organizan stages generalmente en período de vacaciones. La mayoría se decantan por zonas costeras y hasta hacen clases en la playa, donde se mitiga el calor. Algunos prefieren el sur del país, en Casamance, pero la zona favorita cerca de Dakar es en la llamada “Petite Côte”, en Mbour/Saly o Toubab Dialaw.

Para empezar a explorar podemos dar algunas pistas, con referencia contrastada: la asociación Karamalá de Barcelona (www.karamala-senegal.com); el maestro Sengane Ngom (Barcelona) y su asociación Sabaru; la asociación Takku Liggey (Michel Ndione y Lía, también de Barcelona); Diene “Waw Waw” Sagna, con sede en Londres (www.ydsabar.com), la veterana Yama Reine de Sabar (www.yama-reine-de-sabar.com), la Association Fii ak Féé (Francia)… Páginas de Facebook como “Sabar rek” son también buenos portales para bucear, sin olvidar que la mayoría de maestros griot residentes en Europa organizan viajes de aprendizaje en Senegal. Sea cuál sea vuestra elección, no olvidéis que además de bailar hay que… ¡sonreír!

Feliz baile.

© Texto y fotos de Carles Cascón, 2014

Gracias por compartir los posts con enlaces o citando al autor. Thanks for sharing this article by using links!

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* Nota: los fotos están escaneadas de unas copias en papel (macro-contactos, en realidad), ya que en aquellos viajes aún utilizaba cámara analógica con carretes… He intentado mejorar la calidad con algún retoque. Las fotos de los artistas senegaleses corresponden a portadas de sus discos.

Acerca de Carles Cascón

Periodista i fotògraf de Sabadell (Barcelona)
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2 respuestas a La música y el baile en Senegal (y 2): De los griots al mbalax y el hip-hop. Breve historia

  1. Por cierto, se me olvidaba… Mil gracias a Valérie Espinasse por la revisión del texto y sus útiles sugerencias!! Jerejeff waye, Val

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  2. Lamentablemente, tengo que actualizar este post con el fallecimiento del gran maestro de la percusión Doudou Ndiaye Rose, el pasado 13 de agosto en Dakar a la edad de 85 años. Descanse en paz.

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